“Si el libro que leemos no nos despierta como un puño que nos golpea en el cráneo, ¿por qué lo leemos? ¿Para qué nos haga felices? Dios mío, también seriamos felices si no tuviéramos libros, y podríamos, si fuera necesario, escribir nosotros mismos los buenos libros que nos hicieran felices. Pero lo que debemos tener son estos libros que se precipitan sobre nosotros como la mala suerte y que nos perturban profundamente, como la muerte de alguien a quien amamos más que a nosotros mismos, como el suicidio. Un libro debe ser como el pico de hielo que rompa el mar congelado que tenemos adentro.”
Franz Kafka[1]
Creo que escribo este post para intentar deshacerme de la intensa angustia que me generó Amor, y que todavía se mantiene agazapada en mí como un recuerdo: sentado en mi casa absorto viendo la televisión, mi hija de 7 años jugando junto a mí con sus figuras de madera… Tras contarle una historia, Georges asfixia hasta la muerte a Anne su esposa… mi hija se vuelve llorando y me abraza angustiada, “que le está haciendo papá”, yo no sabía que ella también se había sentido atrapada por la película… “por qué le hace eso el abuelo a la abuela” … todavía busco la respuesta.
Haneke explica que realizó esta película porque ayudó a alguien de su familia que estaba en una situación comprometida y fue una de las peores experiencias de su vida. “La película no tiene nada que ver con lo que ocurrió en la realidad, pero lo que viví me conmovió y quise rodar esta historia», apuntó el cineasta austríaco. Se refería a su tía, aquejada de una enfermedad reumatoide, que le pidió que le ayudara a suicidarse. No era un familiar cualquiera. Era la persona que le crio junto a su madre y su abuela después de que su padre les abandonara siendo un niño.
La película narra en largos planos secuencia como una pareja de músicos jubilados se enfrenta a la vejez, la enfermedad y la muerte. Muestra sus rutinas, su amor a través de los pequeños actos cotidianos. La mujer, Anne (Emmanuelle Riva), sufre una parálisis y se va deteriorando, perdiendo progresivamente movilidad y capacidades de comunicación, hasta quedar postrada en una cama. Georges (Jean-Louis Trintignant) cumpliendo los deseos de su esposa (que le hace prometer que no la lleve al hospital) se entrega a cuidarla en casa y se enfrenta a la progresión de su enfermedad. Haneke nos muestra como la vejez y la enfermedad lleva a los protagonistas a una vida encerrada entre las paredes de su casa, y plantea la vivencia de la enfermedad de un ser querido como algo íntimo. Presenta la lucha que todos debemos hacer frente a la vejez, la decrepitud de un cuerpo, con la conciencia de su propia finitud, la soledad del moribundo que no encuentra refugio sino en sí mismo y en la persona amada, acompañando a ésta hasta la muerte.
Los protagonistas aíslan del sufrimiento a su hija Eva (Isabelle Huppert), visitante esporádica debido a su trabajo en el extranjero y que quiere más consultas médicas para curar y recuperar a su madre, y contratan asistentes personales para ayudar en las tareas de higiene y cuidado. Eva reencarna el espíritu de la opinión social común; representa el brote de esperanza ante las promesas de la biomedicina y el conocimiento de la técnica. En una escena, tras llegar de un funeral, George se encuentra a Anne en el suelo, la recoge, y se ve obligado a contarle el funeral. Tras escucharlo ella dice “No hay razón para seguir viviendo. Sé que solo puedo empeorar… No quiero seguir”. Muestra gran lucidez respecto a su condición enfrentándonos a las vivencias de nuestros mayores, no sé si mi futura experiencia. El ocaso de las funciones, la decrepitud y la vejez, hacen perder todo atisbo de esperanza. Se encuentra cara a cara con el extrañamiento de su condición, le faltan fuerzas para continuar luchando, ya ha vivido plenamente su vida.
La enfermedad así se presenta como la última y más importante prueba de amor, un acontecimiento que genera un cambio en la rutina, que instala una nueva forma de relacionarse en la pareja. Saber y poder adaptarse a esa nueva situación implica también un acto de amor, en ese “a pesar de” es donde el verdadero amor comparece. Huyendo de la sensiblería, Haneke se encuentra con el dolor en un nivel más íntimo. Si cada acción desata una reacción, a la fuerza del amor le corresponde la desolación. Nos presenta una posición ética y estética que parece decir “esto es todo lo que hay y al que no le gusta que se vaya”.
Cuando Anne queda definitivamente postrada, perdiendo casi toda capacidad lingüística y motora, pasa del «ser» a ese estado cercano a lo vegetativo donde el individuo pasa a formar parte del mundo de los objetos. Todo lo humano que continúa prevaleciendo en Anne, y que Haneke muestra a través de la relación de amor, se va desvaneciendo ante la prevalencia de la decrepitud. En esta situación Eva es la imagen de la institucionalización. Ofrece la función «operativa» frente a la enfermedad y el deterioro (hay que hacer algo, seguro que la medicina se puede encargar mejor), pero Georges mantiene firmemente la voluntad de lo que en su momento prometió a su esposa.
Se muestra aquí la problemática ética que confronta el factor del aumento de esperanza de vida que ofrece la medicina unido con el deterioro de la calidad y la dignidad del individuo . Esto contrasta con la intimidad de los cuidados en los que Georges intenta que Anne pronuncie palabras, donde se miran, se acarician, se aman. Podríamos decir que esto es la “calidad vida” que la medicina ética trata de ofrecer en cuidados paliativos, con ese acompañamiento espiritual. Pero las escenas lo que transmiten más que “esa” calidad de vida y búsqueda de sentido, es que lo que está sucediendo es “vida”, con toda la carga de sufrimiento y angustia que conlleva, vida vivida, encarnada en un cuerpo decrépito, su sufrimiento y su relación de amor, no cosificada en una institución, en unos cuidados técnicos o relaciones de cuidado entrenadas. Como decía Borges “La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene”.
En una escena impactante (la que da pie a que inicie este post y está grabada en mi recuerdo), ante el acoso del incesante dolor, Georges, tras calmar a Anne con una historia de juventud, la ahoga con un cojín. ¿Es un acto de amor en el que Georges intenta darle la deseada y merecida paz que ha conquistado en vida? No se entiende desde el prisma de la eutanasia como acto médico o socialmente institucionalizado, pero tampoco desde la visión del acabar con la vida desde la desesperación y la frustración. Haneke no plantea una cuestión, muestra un relato de amor trágico.
Volviendo a la nuestra visión bioética ¿La eutanasia, o los cuidados paliativos en una institución, podrían ser expresión de amor como el que nos muestra esta película? Desde nuestra perspectiva ética, ¿debería el médico haber estado ahí, acompañando a los protagonistas en su intimidad, en su relación de amor que tan celosamente guardaban? ¿Habría esto ayudado a Anne a morir más dignamente, o sobre todo a Georges a no estar solo en una situación límite tan difícil? ¿Tiene derecho Georges a rechazar ese acompañamiento y cuidados si existieran?
Haneke no da respuestas, no nos lleva a ningún sitio. En la película no enseña qué hace con el cadáver, no lo vuelve a mostrar, se centra en el deterioro psicológico de Georges, intentando dejar el juicio ético fuera de lo que está ocurriendo tal vez proponiendo que, dentro de cada pareja, las reglas de la moral y la ética son reformuladas por los amantes
Algunos comentaristas señalan que “Amor se afana en violentar el confort de la burguesía con el retorno de la barbarie, enviándola a un primitivismo frente al que la sofisticación de la civilización occidental, por más que lo intente o lo enmascare, nada puede hacer” (Carlos Reviriego, 2013). Haneke “sabe que el arte es el espacio mismo de la negatividad, el lugar privilegiado para expresar aquello que una sociedad no puede digerir (por ceguera, negligencia o mero rechazo); que el arte, en definitiva, no tiene nada que ver con el disfrute y la diversión” Bruno Grossi, 2013
Estos comentarios me recuerdan a la posición de Adorno de que no hay arte posible después de la Shoa (Adorno dijo que después de Auschwitz ya no era posible escribir poesía[2]). Todos debemos sentirnos culpables del holocausto, no se puede olvidar, no se puede hacer ficción sobre él, se debe dar testimonio. De alguna manera se puede plantear lo mismo con la el final de la vida, con la demencia, la degradación física, la humillación, el dolor, ¿se puede hacer ficción sobre ello, una narrativa para disfrutar en el sentido artístico?
Quién sabe si pueda haber arte después del holocausto; pero lo que es inmoral es el olvido, y en nuestra sociedad para no olvidar existe el arte, la literatura, el cine. Semprún, al final de su vida, pedía que se hiciera ficción, buena ficción, sobre el holocausto. Sin ficción, solo con registro, no habrá emoción, y sin emoción no hay un recuerdo ético de lo sucedido que nos enseñe a lidiar con el futuro. Semprún temía que se perdiera no la historia de lo que sufrieron sino algo que le obsesionaba: el olor de los crematorios (Rosa-Àuria Munté Ramos, 2011)[3]. Es difícil que el arte transmita eso. Haneke lo consigue, podemos oler los pañales de Anne, nos duele cuando la enfermera la ducha, sentimos el olor de la vejez y la humillación. Es lo que nos proponía Semprún, el registro testimonial no tiene el poder narrativo del arte. Pero ¿cómo conciliar mantener una ética digna de ser llamada así, con “ver una peli”, con entretenerse, con disfrutar leyendo, viendo?
A diferencia de otras películas que narran lo que sucede para ir colocando al espectador en el lugar que quiere el director, para hacerle sentir y reflexionar, en Amor parece que el plano secuencia o la cámara fija simplemente muestran el mero transcurrir del tiempo como una forma de captar el envejecimiento, la decrepitud y finalmente la muerte. Haneke cree que la postura del cineasta ético no es mover los sentimientos del espectador para que disfrute, se emocione, se angustie…, es presentar con respeto una cruda realidad que nos interpela, nosotros ponemos la emoción. “La violencia visual perturbadora supone una transgresión entendida como la responsabilidad compartida del espectador por el otro íntimo, y en términos más viscerales como compartir el dolor”[4] (Rosinski 2015). A mi entender consigue lo que pedía Semprún respecto a la buena ficción, que emociona para que no nos olvidemos, pero respeta la realidad.
Hay otras lecturas éticas de la película, que se ajustan más a la convención social. En la web de Ética y fonoaudiología, que debate las cuestiones éticas en el ejercicio profesional de la fonoaudiología[5] se analizan los principios bioéticos que presenta la película: “es posible evidenciar claramente los constructos bioéticos del cuidar y su constante lucha con los principios fundamentales de la bioética: la compasión, competencia, confidencia, confianza y consciencia se muestran como los grandes aliados de Georges en este reto contra la decadencia física que quiere arrebatarle lentamente a su amada. Él usó precisamente la herramienta del amor, fundado en estos 5 constructos, para intentar cumplir con la justicia, beneficencia, no maleficencia y respeto por la autonomía de su esposa”.
En línea con una visión ética de la profesión médica tradicional, según esta web, la decisión de terminar con la vida de Anne, no respeta su autonomía, “pues en su vulnerabilidad no pudo expresar la forma en que prefería morir, o si realmente quería hacerlo en ese momento aun cuando estaba sintiendo dolor. Y no cumplió el principio de la “no maleficencia” poniendo en tela de juicio el matar y el dejar morir. No se puede justificar ese final.
En la película Eva nos representa como sociedad, que desde una posición intelectual y desde nuestros principios éticos planteamos que las personas con la situación de Anne, muchos de nuestros mayores (tal vez yo en el futuro), deben estar cuidadas por profesionales, en casa o en instituciones. Georges representa al amor que da sentido a un final de vida en la relación que ella tenía con su mundo. Los cuidados espirituales, el apoyo a las familias cuidadoras y excepcionalmente profesionales que aman a sus pacientes imagino que pueden mantener el sentido de nuestra vida hasta el final. Georges en un momento de desesperación, angustia y frustración abofetea a Anne que se niega a beber para dejarse morir. Como lidiar con esa situación y la rabia e impotencia que suscitan. Recuerdo las denuncias recientes de las auxiliares que se reían de mujeres con demencia de una residencia. Residencia donde “depositamos” a nuestros mayores para morir sin dignidad, “pero qué indignidad hacer chistes sin respetar a la persona” decíamos todos al oír los audios en la televisión desde nuestro sofá. Si dejamos a esas personas a cargo, debemos apoyarlas en lidiar con esos sentimientos, desde el sofá no es posible.
Yo voy como médico una vez al mes a una residencia en un pueblo de Almería: me impresiona el amor con el que la enfermera responsable de la residencia trata a todas las residentes. Todas ellas van a morir en su residencia, van a morir con ella y ella las cuida y acompaña con amor. Ese amor da sentido a soportar su muerte. Ella es la respuesta a mi hija respecto a la muerte en la vejez.
“Encontrar dignidad en el sufrimiento solo es posible a través del amor y la compasión. Eso es lo más difícil. El amor es una cosa difícil. No se le da a todo el mundo».
Michael Haneke[6]
Vicente Ibáñez Rojo, Alumno XI Edición Diploma Bioética
Almería, abril 2021
[1] Tomado de la tesis doctoral La ficción sobre el Holocausto: silencio, límites de representación y popularizaciónen la novela Everything is Illuminated de Jonathan Safran Foer, de Rosa-Àuria Munté Ramos (2011)
[2] https://www.abc.es/hemeroteca/historico-12-09-2003/abc/Cultura/francfort-conmemora-elcentenario-del-nacimiento-de-theodor-adorno_207063.html
[3] Tesis doctoral La ficción sobre el Holocausto: silencio, límites de representación y popularización en lanovela Everything is Illuminated de Jonathan Safran Foer, de Rosa-Àuria Munté Ramos (2011)
[4] Milosz Paul Rosinski. Touching Nancy’s ethics: Death in Michael Haneke’s Amour. December 2015. Studies in French Cinema 15(2):180-196
[5] httpp://eticayfonoaudiologia2013
[6] Yves Montmayeur’s 2013 documentary Michael H. Profession: Director