Pájaro azul

David Bowie – Lazarus (vídeo)

Look up here, I’m in heaven

I’ve got scars that can’t be seen

I’ve got drama, can’t be stolen

Everybody knows me now

Look up here, man, I’m in danger

I’ve got nothing left to lose

I’m so high it makes my brain whirl

Dropped my cell phone down below

Ain’t that just like me?

By the time I got to New York

I was living like a king

There I’d used up all my money

I was looking for your ass

This way or no way

You know, I’ll be free

Just like that bluebird

Now, ain’t that just like me?

Oh, I’ll be free

Just like that bluebird

Oh, I’ll be free

Ain’t that just like me?

Esta canción fue publicada el 8 de enero de 2016, el mismo día del cumpleaños del artista y dos días antes de su muerte. David Bowie nunca contó públicamente que estaba enfermo de cáncer (I’ve got scars that can’t be seen) y dedicó sus últimos días a trascender: a dejar esta obra de arte para quienes nos quedábamos aquí. No debe ser casualidad que el título de la canción sea “Lazarus”, aquel personaje bíblico que Jesús resucitó:

“Le dijo Jesús: —¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Retiraron entonces la piedra. Jesús, alzando los ojos hacia lo alto, dijo: —Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sabía que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la muchedumbre que está alrededor, para que crean que Tú me enviaste. Y después de decir esto, gritó con voz fuerte: —¡Lázaro, sal afuera! Y el que estaba muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y con el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: —Desatadle y dejadle andar”. [Facultad de Teología. Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (Spanish Edition) (pp. 2349-2350). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra.]

Así es como David Bowie resucita una y otra vez, en cada ocasión que alguien escucha “Lazarus” pues hay quien dice que morimos dos veces: primero clínicamente y, finalmente, cuando no existe nadie que pueda recordarnos. Y es que el artista sabía que iba a morir cuando compuso esta canción (Look up here, man, I’m in danger; I’ve got nothing left to lose), de ahí su puesta en escena postrado en una cama, en camisón y levitando como si se fuese de este mundo.

Pero, sin duda, lo más bonito de esta canción es la referencia al “pájaro azul” (You know, I’ll be free; Just like that bluebird; Now, ain’t that just like me?), aquel pájaro al que Rubén Darío hizo salir de la mente del poeta Garcín:

“Allí había un cielo muy hermoso, una campiña muy fresca, países brotados como por la magia del pincel de Corot, rostros de niños asomados entre flores; los ojos de Nini húmedos y grandes; y por añadidura, el buen Dios que envía volando, volando, sobre todo aquello, un pájaro azul que sin saber cómo ni cuándo anida dentro del cerebro del poeta, en donde queda aprisionado. Cuando el pájaro canta, se hacen versos alegres y rosados. Cuando el pájaro quiere volar abre las alas y se da contra las paredes del cráneo, se alzan los ojos al cielo, se arruga la frente y se bebe ajenjo con poca agua, fumando además, por remate, un cigarrillo de papel.”

Por todos es sabido que “el pájaro azul” simboliza aquello que se encuentra encerrado en la mente del poeta (o artista) y que no puede dejar “salir” por las consecuencias que conlleva. Se dice que el poeta se vuelve loco si no deja que salga, pero si lo deja en libertad significa la muerte (literal o metafórica) del artista, ya que completaría su obra de arte cuando el pájaro sale y es libre. En el videoclip podemos ver cómo el pájaro azul es representado por el propio David Bowie, saliendo de un armario (podría simbolizar la mente) y vestido de negro con rayas blancas como los presos (jaula): es la propia subjetividad de David Bowie que nunca dejó salir, pero ahora puede hacerlo porque sabe que va a morir. Sin embargo, el artista siempre acaba sorprendiéndonos ya que, si nos fijamos en el final del vídeo, el personaje con el que Bowie representa al pájaro azul acaba metiéndose de nuevo en el armario, esto es, en la mente del poeta que es su jaula justo antes de morir (en el videoclip). Lo que podría hacernos pensar que el artista nos dejó llevándose consigo mucho más de lo que en vida compartió con el mundo.

«Hoy dejo abierta la puerta al pájaro azul«.

Ana López Sánchez, alumna XII Diploma Bioética

La naturaleza de nuestra existencia es transitoria ¡entrénate¡ para la despedida

‘No temas a la muerte, y no temerás a la vida’ 

                                                           (Epicuro)

Tal vez, hoy, eludimos con obstinación la consciencia de la propia finitud, desde que hablamos de muerte y no de muertos, es decir desde que se ha individualizado y aislado el proceso dando la espalda a la cercanía del hecho natural y al ritual familiar para acompañar a nuestros seres queridos en la etapa final de su vida. Así ha sido la evolución histórica.

  “La atención se dirigió al cuerpo y – como tantos otros aspectos de la naturaleza – se convirtió en máquina susceptible de reparación e intervención. De esta redefinición de salud, enfermedad y muerte, así como la profesionalización consiguiente de los encargados de la salud, se desarrolló la institución del hospital tal como la conocemos. En todo caso, cualesquiera que sean sus orígenes históricos y socioculturales, el hospital es ahora, dentro de nuestra sociedad, el principal contexto en el que se suministra el cuidado sanitario, y dentro del cual se sitúa la muerte…” (Charlesworth, 1996:69).

Dos son las formas en que se puede afrontar la etapa final de la vida:

  1. Eludiendo su llegada, alejando de nuestra mente esta certeza INELUDIBLE
  2. Mirando nuestra naturaleza de frente, entrenándonos para asimilar que el desgaste y la muerte forman parte de la vida.

Cuando la enfermedad es una realidad, hay que intentar curarla, pero si no es posible hay que aprender a aceptarla, para ello la ayuda de los profesionales y la colaboración del paciente es esencial.

No hay que intentar a toda costa evitar lo ineludible, ni precipitar el final, la muerte no es un fracaso, es un proceso natural. Pero es un proceso complicado en el que intervienen muchos factores y personas, por eso es importante reflexionar sobre derechos y deberes, voluntades últimas, cómo actuar ante el dolor, el papel de cada protagonista en cada momento del proceso. 

Estos temas quedan claramente tratados en el libro “Por una muerte apropiada” de Marc Antoni Broggi Jefe de servicio emérito del Hospital Germans Trias i Pujol, es Miembro Numerario de la Real Academia de Medicina de Cataluña, preside el Comité de Bioética de Cataluña.

Como escribe en la Introducción M.A. Broggi: 

 …Más que la misma muerte, lo que da más miedo es la forma en que vendrá, lo que tendré que sufrir” Es un pensamiento clásico.

…Todos guardamos en la memoria muertes plácidas de amigos, familiares o pacientes… Sin embargo también hemos experimentado lo contrario, y hemos quedado apesadumbrados ante procesos angustiosos y desapacibles.

 Morir mejor o peor depende de muchas circunstancias y algunas son poco previsibles o inevitables.

¿Qué había en unas que favorecía morir mejor que en otras?

¿Qué podemos aprender de las primeras que nos ayuden a mejorar las segundas? 

Las preguntas de Broggi, nos adentran de lleno en los temas de la bioética, abriendo las puertas a la necesaria reflexion sobre un extenso camino con muchas lagunas aún, preguntas difíciles y toma de decisiones complejas, en la consolidación del respeto a la autonomía personal y a los deseos del paciente para su buen final:

Nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar, que es el morir;

♥JORGE MANRIQUE, COPLA V

… Partimos cuando nascemos,

andamos mientras vivimos,

e llegamos

al tiempo que feneçemos;

assí que cuando morimos,

descansamos.

Y para terminar una canción a compartir de Silvia Pérez Cruz ‘Mañana’

¡Que falsa invulnerabilidad la felicidad!

¿Dónde estará ahora, dónde estará mañana?

Cuando yo muera mañana, mañana, mañana

Ya habrá cesado el miedo de pensar que ya siempre estaré sola

Ángel Vilches Arenas, alumno XII Edición Diploma Bioética

“Un Monstruo viene a verme”

Director:   J.A.Bayona.

Duración: 108´. Película española.

Guión:   Patrick Ness. Novela: Patrick Ness.

Música: Fernando Velazquez.

Fotografia: Oscar Fauna                

Reparto: Lewis MacDougallSigourney WeaverFelicity JonesLiam NeesonToby KebbellGeraldine ChaplinJames MelvilleGarry MarriottMax GabbayBen Moor

Es la historia de un niño de 13 años que se enfrenta con incertidumbre a la enfermedad terminal de su madre, cada noche se encuentra con un monstruo, un árbol animado, con el que llega a un acuerdo, éste le cuenta tres cuentos, a cambio de que el niño le cuente su historia.

Es tan dura la realidad que vive, (con la separación de sus padres, la enfermedad de su madre que lo hace madurar asumiendo todas las tareas del hogar y su cuidado, una abuela con la que no empatiza, encima sufre bullying en el colegio) que se refugia en el árbol y las enseñanzas q través de cuentos, que él le ofrece para ir aceptando la realidad de sus miedos.

Podemos ver cómo va pasando por todas las etapas que nos contaba Kubble Ross, se enfrenta a la negación, la ira destrozando su cuarto y finalmente la aceptación que para mi es la imagen más dura, el soltar la mano de su madre y liberarse ambos, es la despedida.

Me pregunto si hubiera tenido una adecuada información de un equipo de cuidados paliativos, todas esas dudas y miedos podrían haberse evitado. La madre tampoco le contaba la verdad, no le habla claro a su hijo y le genera más incertidumbre. Conor es demasiado mayor para ser un niño y demasiado joven para ser adulto, pero podría haber entendido la información. La abuela ególatra tampoco ayuda mucho y la figura del padre es secundaria, trata de explicarle que debe ser valiente en estos duros momentos. El monstruo finalmente se convierte en un amigo, que desaparece cuando ya no lo necesita. Me ha encantado volver a verla con mi hija y con esta nueva perspectiva.

Mayca Sabaté García

Cádiz Marzo 2022.

(Mi primer post que ilusión!)

Necesito salir de mi cuerpo

Hace unas semanas vi a mi hija de 15 años y a su amiga llorando a lágrima viva mientras veían una película. Me sorprendió, ellas siempre ven películas típicas de adolescentes que les causan risa y diversión. En esta ocasión estaban viendo “ANTES DE TI”, y decidí dejar que terminaran de verla y exploraran sus propios sentimientos ante lo que estaban descubriendo. Al terminar la película las dos decían lo mismo “¿por qué quería morirse, si ya era feliz otra vez?”. Ésta fue la razón que me llevó a ver esta película, la cual me atrapó.

La crítica no es muy benévola con la película, hace referencia fundamentalmente al “idilio amoroso” entre ambos y recibe comparaciones con “Cenicienta y con “Pretty woman”. Pero como eje transversal de este film, está la eutanasia, aunque es cierto que se trata de forma muy delicada.

La expresión “quiero salirme de mi cuerpo” la he oído con frecuencia en una persona. Me costó entenderla la primera vez que la oí, pero con los años, la amistad y las confidencias la entendí perfectamente. Esta persona tuvo una infancia horrible, y cuenta que superaba el dolor “porque se salía de su cuerpo” y veía su vida como si de una película se tratara. Y cuando por fin pudo construir su vida, a veces, en situaciones críticas, sigue “saliéndose de su cuerpo” para poder continuar. Pero esas “salidas” le pasan factura.

Al ver “Antes de ti” se me vino todo esto a la cabeza. Will, joven millonario de vida intrépida, queda tetrapléjico, su vida cambia de forma radical, y el sufrimiento tanto físico como emocional son sus compañeros inseparables. Se cierra en sí mismo, se vuelve hosco y hostil, se intenta suicidar y finalmente acuerda un plazo de 6 meses con sus padres para llegar a la eutanasia. Plazo que sus padres esperan que sirva para que desista de la idea.

Entonces conoce a Lou, una joven humilde que será su cuidadora. Los unen sus necesidades, la de trabajo de ella, y la necesidad no reconocida por él de una amistad. Lou se entera por casualidad de los planes de Will y decide ofrecer nuevas vivencias a Will que hagan que éste cambie de opinión. Poco a poco la relación se hace más intensa, hasta convertirse en una relación romántica, evidentemente no física. Son estas nuevas vivencias que Lou ofrece a Will las que consiguen que, por momentos, Will se salga de la jaula que es su cuerpo y tolere algo mejor el sufrimiento. Pero él sabe muy bien que esta jaula nunca desaparecerá, que la situación nunca mejorará y que la expectativa que tiene por delante es horrible. Por eso, con gran entereza y pleno conocimiento de causa, su idea de la eutanasia continúa firme. La única forma de salir definitivamente de su cuerpo y acabar con su dolor (que es lo que necesita) es morir.

Las posturas de las personas que quieren o conocen a Will son diferentes y van evolucionando.

La reacción inicial de Lou es dejar el trabajo, pues “es horrible trabajar vigilando a un suicida”. Hasta que comprende que puede hacer algo maravilloso: que los últimos meses de Will sean mejores. El problema es que en su negativa a la eutanasia cree que esas nuevas vivencias van a producir un cambio de opinión en Will. Sólo se da cuenta de que, precisamente por amor, lo mejor es acompañar a Will hasta el final.

Sus padres lo aceptan de diferente forma. El padre, con gran sufrimiento, lo acepta casi desde el principio. La madre, también con gran padecimiento, lo niega y reniega, y al final lo acepta en la práctica, pero su aceptación emocional es mucho menor.

Los padres de Lou lo ven como algo aberrante.

El único que no muestra contradicciones internas es el fisioterapeuta, profesional que probablemente haya vivido en más pacientes esta situación, y tenga mayor capacidad de asimilación. Él quiere que Will viva, sólo si Will quiere vivir.

Desde mi punto de vista, lo más importante de esta película es que la apariencia es la de una comedia romántica (con un final que acaba en muerte). El tema de la eutanasia va transversal, pero de soslayo. Eso hace que se inicie el debate en personas que hasta ahora no se lo habían planteado, y también consigue que se vea el tema como una decisión que se toma desde la autonomía personal y la madurez, una decisión muy dura, pero quizá no tanto como la decisión de seguir viviendo en esas condiciones

Tráiler de la película:

María Rosario Román Gálvez, alumna XII Edición Diploma Bioética

Tu futuro está debajo de un mármol blanco

Esta frase me acompaña desde 1986. Ese año salía al mercado el álbum “Más de 100 lobos” de 091. Ese año el Maestro Lapido escribió esa frase, que tanto me marcaría para siempre, en la canción “Escenas de guerra”. Reconozco que la primera vez que oí la canción solo escuché esa frase: “Tu futuro está debajo de una cruz de mármol blanco”.

Se podría pensar que soy una persona siniestra, y puede que en el fondo sea así, pero esa sentencia me ayuda desde hace 36 años a poner los pies en el suelo recordándome mi finitud y a levantar los ojos al cielo mirando hacia donde quiero volar mientras el tiempo me lo permita. Desde el momento que nacemos, la única certeza que tenemos es que vamos a morir. No sabemos cuando ni como, pero al final ahí estaremos, debajo de esa cruz de mármol blanco.

Me inspira hacer el post acerca de esta canción no solo la contundencia de la frase, también el hecho de que la canción refleja fielmente la realidad de muchas personas en este preciso instante en Ucrania, “El invierno es muy duro allí”.

Hay millones de personas (aquí al lado, como quien dice) que hasta hace pocas semanas vivían una vida muy similar a la que vivimos nosotros. Se reunían con la familia en torno a una comida, iban al cine y a conciertos, practicaban deporte, trabajaban y tenían planes de futuro. Planes vitales como desarrollarse en una determinada materia, ver crecer a sus hijos e incluso a sus nietos, enamorarse, viajar por placer, ir a la universidad, comprarse un coche o una casa… Pero el 24 de Febrero los peores temores se hicieron realidad y la realidad se impuso. Esas personas debieron elegir entre defender su país, aceptar el destino quedándose o huir de la guerra y de una muerte más que probable.

Esta canción se centra en los que se ven abocados a participar en una guerra en el frente de batalla. En la renuncia a una vida feliz ante un futuro armado y un fusil sobre los hombros. Se centra en la despedida del ser querido y en la certeza de dirigirse hacia la muerte. Y esta perspectiva de terror es aplicable a todas las personas que se encuentran en mitad del campo de batalla, entiendo que independientemente del bando. Apuesto a que ninguna de las que han caído y por desgracia van a caer imaginaron jamás una muerte así, y todo esto aquí al lado, como quien dice.

En estos momentos y más que nunca, esta canción me pone la piel de gallina.

Escenas de Guerra (Remasterizado) – YouTube

Perspectivas de terror
con la mente despejada.
Deseché la idea de ser
un nuevo Dorian Gray,

en la eterna juventud
diversión garantizada.
Ante un futuro armado
y un fusil sobre los hombros,

me verás, nena, decirte adiós
tarde o temprano.
Tal vez mi cama quedará
vacía siempre.
Me verás, nena, decirte adiós
tarde o temprano

Propaganda militar.
El invierno es muy duro allí.
Tu futuro está debajo
de una cruz de mármol blanco

Inmaculada Arenas López. Alumna XI Edición Diploma Bioética

“MILLION DOLLAR BABY” Eutanasia, una cuestión privada y moral

A veces las cosas no salen como uno espera
Maggie Fitzgerald, protagonista de Million Dollar Baby, iba camino de ser la primera mujer que ganase un millón de dólares en el mundo del boxeo. Llevaba una serie de victorias, la mayoría de ellas por K.O., pero su carrera quedó truncada el día más importante, el de su pelea por el título mundial del peso welter. Un golpe ilegal de su oponente, la derribó con tan mala suerte que su cuello impactó sobre el taburete que sabía situado ya en la lona. Maggie estuvo en coma hasta nueve días después. Según el diagnóstico de los neurólogos, “era una tetrapléjica permanente incapaz de mantenerse sin un respirador. Sufría lesiones en la primera y segunda vértebras cervicales, lo que significaba que podía hablar y mover ligeramente la cabeza, pero nada más. Había perdido la capacidad para respirar por sí misma y de mover las extremidades. Sería paralítica para el resto de su vida”. La mejor etapa de su vida había sido el año y medio que transcurrió desde el momento en que decidió, tardíamente, dedicarse en serio al mundo del boxeo , hasta el momento en que su cuello se rompió. Ahora tenía 32 años, dinero en el banco, buenos recuerdos de los últimos tiempos, su cuerpo inmovilizado, un amigo y una sola expectativa.

Lo que Maggie pidió a Frankie
El amigo era Frankie, su entrenador y manager, que se mantenía casi permanentemente a su lado desde el momento fatal. Frankie era un viejo boxeador que tras colgar los guantes había seguido en ese mundo como entrenador y como propietario de un gimnasio. Consciente más que nadie de la dureza del boxeo, se había mostrado contrario a entrenar a una mujer, pero al final había cedido ante las cualidades y la insistencia de Maggie, y había llegado a cogerle mucho cariño. Tras el accidente, se sintió responsable de haber aceptado entrenarla y dirigir su carrera y, por tanto, de su actual situación. Ahora su único deseo, fruto de ese cariño y quizá también de esa sensación de responsabilidad, era seguir a su lado y cuidarla siempre. Pero Maggie no quería seguir viviendo así. Al cabo de un tiempo en la clínica, morir se convirtió en su única expectativa. Y eso fue lo que le pidió a su amigo: que la ayudase en lo único que ella deseaba. Ella siguió insistiendo y él siguió negándose, hasta que ella intentó suicidarse: incapaz para cualquier otro movimiento, se arrancó la lengua de un mordisco y a punto estuvo de ahogarse con su propia sangre. El personal de la clínica llegó a tiempo y suturó la herida. Pero Maggie se arrancó los puntos con los dientes. El personal clínico llegó de nuevo a tiempo y esta vez la sedó de manera que no pudiese intentarlo más. Su estado, sedada y sin lengua, era más lastimoso que antes: ni siquiera podía hablar. Fue entonces cuando Frankie se tomó en serio la petición de Maggie. Lo reflexionó, lo consultó con su párroco (era católico practicante), obtuvo una rotunda negativa, lo volvió a reflexionar, y decidió ayudarla. Él solo hizo le procuró una muerte rápida y sin sufrimiento. Y una noche, en secreto, le inyectó la adrenalina que acabó con su vida

La eutanasia y su contexto
Million Dollar Baby no es sólo una película sobre la eutanasia. Es, también, una película sobre la dureza de la vida, la soledad y el fracaso, y sobre la ilusión, el esfuerzo y la fidelidad. Apenas la última media hora de la película se ocupa de la Maggie enferma que desea morir y del Frankie que duda sobre si debe ayudarla o no; pero uno puede entender mejor la situación de ambos cuando conoce la trayectoria de cada uno y su relación previa. Ésta, diría yo, es la enseñanza de la película: los problemas asociados con la eutanasia, como cualesquiera otros problemas éticos, no pueden considerarse aisladamente. Creo que todo queda mucho más claro a la vista de la película completa, que es como decir a la vista del carácter, las vivencias y la relación mutua de ambos protagonistas. Frankie, al menos al principio, no está dispuesto a ayudarla en ese trance. Frankie cambiará de parecer, a mi juicio, por dos razones: la primera, y más obvia, es que comprueba, dolorosamente, la firme voluntad de Maggie de dejar este mundo y el progresivo deterioro de su situación como resultado de sus intentos de hacerlo por ella misma. La segunda es el compromiso
que une a ambos, que permite comprender el desenlace final. En última instancia, Frankie tiene que ayudar a Maggie en lo que ella le pide porque tiene que serle leal.

La eutanasia como cuestión moral
En Million Dollar Baby la eutanasia es una cuestión privada y, por eso, estrictamente moral. Ni el personal sanitario ni el derecho juegan un papel relevante en la historia; ni siquiera las opiniones de los demás, a salvo de la del párroco amigo de Frankie, pero porque para quien tiene creencias religiosas, éstas son importantes para su moralidad. Sólo el tercer protagonista de la película, Eddie ScrapIron Dupris, debía tener algún papel en la decisión de Frank, y lo tiene, cuando le dice poco antes del final que “si hoy muere, sabes cuál será su último pensamiento: ‘creo que lo hice bien’. Yo así descansaría en paz”. La idea que expresa Eddie es recurrente en la película: hay una vida buena y hay una vida mala y esta diferencia tiene que ser tenida en cuenta de algún modo, particularmente a la hora de elegir el momento de la muerte. En definitiva, el tratamiento de la eutanasia en Million Dollar Baby contiene al menos tres ideas: la primera, que hay una diferencia entre la vida buena y la vida mala y que esta diferencia debe ser tenida en cuenta a la hora de tomar decisiones sobre la muerte; la segunda, que la eutanasia es, ante todo, una cuestión moral y que las decisiones acerca de la misma serán consecuentemente decisiones personales; y la tercera, que si queremos entender bien lo que está pasando cuando una persona desea morir, deberíamos tener en cuenta toda su experiencia vital y no sólo lo que se nos aparece como su situación actual.

Álvaro Tortosa Martínez
Alumno XIII Edición Diploma Bioética

Million Dolar Baby, Eutanasia y Compromiso

Eso que tú me das

            Eso que tú me das. Con una sonda de alimentación, la voz rasgada y los pómulos en busca y captura, Pau Donés aparece en su última entrevista para enseñarnos qué cara tiene la dama de rostro pálido con la que baila en sus días finales; la dama que le roba el mes de abril, la que le pone fin a sus hojas del calendario. Y es que hay veces que podemos mirar a la muerte a los ojos y, otras, que se camufla y se esconde para que no nos dé tiempo a verla. Sea cual sea, ¿acaso no llevamos a la muerte puesta?

            Desde el observatorio de nuestro confort, contemplando la viva imagen de la parca en la pantalla e ignorantes de nuestro futuro más próximo, nos vanagloriamos de nuestra suerte  sin saber que, como dice mi amigo Joaquín Sabina, “la muerte no es más que la suerte con una letra cambiada”. ¿Y si la vida gira 360º para sacarnos del paraíso y enseñarnos los dientes? Un diagnóstico que se antoja sentencia, un mal sitio en un mal momento, una espada de Damocles afilada… y, de repente, en el ranking de prioridades, gana mirar el tren de nuestra existencia e intentar arreglar las vías rotas que quedaron atrás. Tan joven y tan viejo.

            Pero, ¿y si la muerte hoy nos sorprende por la espalda? Cuántos después dejamos huérfanos, cuántas promesas y planes abandonados, cuántos sentimientos ahogados, cuántas culpas que cabalgan, cuántas llamadas mudas…

Y es que, a veces, el ángel negro nos roba, además del ser, la oportunidad del perdón que ya pediré, del viaje que ya haré, o de los besos que ya daré.

            No sabemos qué tempo marca el metrónomo de nuestra vida pero no obviemos la oportunidad de elegir si continuar en la ruleta de la rutina diaria hasta la llegada de las lágrimas de mármol o vivir cada día de fiesta con la muerte. Intentemos ganarle al tiempo en la partida.

            Yo, por mi parte, elijo no preocuparme, sino ocuparme; y, si me toca bailar con la más fea, vivir para cantarlo.

Lágrimas de Mármol, Joaquín Sabina

El tren de ayer se aleja, el tiempo pasa,
La vida alrededor ya no es tan mía,
Desde el observatorio de mi casa
La fiesta se resfría
Los pocos que me quieren no me dejan
Perderme solo por si disparato,
No pido compasión para mis quejas
Que tocan arrebato
Acabaré como una puta vieja
Hablando con mis gatos

Superviviente, sí, ¡maldita sea!,
Nunca me cansaré de celebrarlo,
Antes de que destruya la marea
Las huellas de mis lágrimas de mármol,
Si me tocó bailar con la más fea,
Viví para cantarlo.

Dejé de hacerle selfies a mi ombligo,
Cuando el ictus lanzó su globo sonda,
Me duele más la muerte de un amigo
Que la que a mí me ronda.
Con la imaginación, cuando se atreve,
Sigo mordiendo manzanas amargas
Pero el futuro es cada vez más breve
Y la resaca, larga

María de la Luz Carmona Pérez, alumna XII Edición Diploma Bioética

En buena compañía

Tras plantearse esta actividad, comencé a revisar películas, a leer poemas, canciones, … relacionadas con el final de la vida, finalmente decidí ver “Invasiones Bastardas” Película canadiense, estrenada en 2003, bajo la Dirección y Guion de Denys Arcand.

El título parece unido a alguna batalla histórica, me hace volver a clase de Historia cuando el profesor de Historia Antigua nos explicaba con gran entusiasmo el declive del Imperio Romano. Parecía como si él mismo lo hubiera vivido e intentaba llevarnos, a un grupo de adolescentes despistados, hasta aquella época. De igual forma, despistada y con expectativas totalmente distintas me sumerjo en la película.

La trama de la película transcurre en la época actual, en concreto en 2001. Su protagonista, Rémy, un profesor de Historia en la Universidad de Montreal, de edad media es diagnosticado de cáncer en fase terminal.

Su hijo Sebastien es llamado por su madre, para pedirle ayuda. Él vuela inmediatamente desde Londres hasta Montreal para ayudarlo. Al llegar se encuentra a su padre ingresado en un hospital público masificado de pacientes, en una habitación con otros tres enfermos. Sebastien dispone de un gran poder adquisitivo del que comienza a hacer uso rápidamente, con el fin de encontrar un diagnóstico definitivo. Para ello traslada a Rémy a un hospital de Estados Unidos e intenta que lo traten allí, a lo que Rémy se niega rotundamente. Él se declara izquierdista redomado y no quiere morir en el país vecino, prefiere morir en un hospital público de su país. Para él Estados Unidos es, en ese momento, el país Imperialista que en su día fue el Imperio Romano. En una discusión con su hijo, Rémy indica que quiere acabar sus días rodeado de sus amigos y familia.

A pesar de las diferencias existentes entre padre e hijo, Sebastien comienza a articular todo con el fin de satisfacer las últimas voluntades de su padre, que no son otras que morir en paz rodeado de seres queridos. Él, que es un hombre de negocios, sabe cómo ingeniárselas para conseguir habilitar una zona de la planta inferior del hospital, en habitación individual para su padre. Así consigue una habitación espaciosa e íntima para que Rémy siga siendo atendido por la sanidad pública de su país, tal y como defiende continuamente. De la misma manera localiza a todos los amigos y examantes de su padre, incluso los que viven fuera del país. Así poco a poco, reúne a todos. En torno a la cama de Rémy en su nueva, espaciosa e íntima habitación se reúnen todos. Pasan horas evocando épocas pasadas y momentos vividos con gran alegría y entusiasmo.

Cuando aparece el dolor recurrente, Sebastien busca la solución, aun sabiendo que la solución es ilegal. Localiza a Nathalie, una conocida de la familia, toxicómana. Con ella, pacta la adquisición de la heroína y la administración de esta, ya que está habituada a ello.

Durante toda la película Rémy repasa su vida, expone abiertamente como se siente en el presente y cómo se sintió en el pasado según la anécdota a contar. Poco a poco se fortalece la relación con su hijo que satisface en todo sus necesidades. Durante una de sus charlas refiere dónde quiere morir, Sebastien se encarga de todo. Pide a un amigo de Rémy que le facilite alojarse en su casa del lago y convoca allí a todos sus amigos.

Allí, alejados de todos, el grupo de amigos junto a Rémy preparan la despedida. Conversan, ríen, comen, beben y cuando Rémy siente y decide que es el momento de su partida, lo ayudan a ello.

Rémy se despide conscientemente de todos, incluso de su hija ubicada en ese momento en el Pacífico. Se siente con la necesidad de poner fin a toda una vida de alegrías, sabiduría, líos de faldas, lecturas, ideas políticas, …

Es Nathalie quien lleva a cabo el acto final, una vez que Rémy se siente preparado.

Toda la película se orienta en el proceso del final de la vida, pero desde una perspectiva totalmente centrada en el enfermo, sin victimismos, sin tristezas, sin tragedias, … Rémy se muestra como una persona con sus valores muy bien definidos, como una persona totalmente íntegra a la que se le respetan sus opiniones y sus decisiones. Sólo al final los espectadores somos consciente del acto que se va a realizar. Centra toda la atención en el proceso de morir no en cómo. Se centra en lo importante de todo el proceso.

Casi si sin darnos cuenta, pasamos de una atención totalmente tecnificada, de un paciente en estado terminal llevada a cabo por sanitarios, en el que no se atiende de manera personalizada las necesidades de este; a una atención totalmente personalizada y humanitaria, teniendo en cuenta las preferencias y necesidades del paciente al final de la vida, llevada a cabo por su familia y amigos. El protagonista decide qué, cómo y dónde.

Como reflexión profesional he de decir que la película me lleva a pensar que de nada sirve tener los mejores recursos, ni los mejores profesionales si no escuchamos al paciente. Si no nos paramos a tratar al paciente con los cinco sentidos, valorando todas sus necesidades no conseguiremos tratarlo correctamente. Debemos centrarnos en que él es el centro de nuestras acciones y decisiones.

Igualmente he de exponer que el guionista brinda un guiño crítico a la sociedad y al poder legislativo de los países en lo que al tema de la eutanasia se refiere. La enfermera tras visitar a Rémy en la casa del lago para administrarle sueroterapia y facilitar el acto de la administración de la sobredosis, indica que nadie debe saber que los ha ayudado a realizar tal acto. Creo que el guionista intenta poner en relieve el vacío legal existente en cuanto a la eutanasia, no olvidemos que la película se estrenó en 2003 en Canadá.

Como reflexión personal, he de decir que la película pone en valor la importancia de respetar la dignidad de la persona, tratar al enfermo como ser independiente, respetando sus preferencias y sus valores. Como se refleja en la película “el paciente decide qué, cómo y dónde”.

En cualquier momento de nuestra vida sólo en buena compañía nos sentimos felices, a gusto con nosotros mismos y con los que nos rodean. Así afrontaremos mejor el paso a la muerte, si nos sentimos acompañados de nuestros seres queridos.

Sonia Ríos Corbacho Alumna XII Edición del Diploma

Párate y piensa, eres libre para hacerlo

Un  niño de 11  años,  llamado  Luis  Eduardo,  viaja  con  su  familia desde  Manila (su  ciudad  natal) a   Madrid,   donde  se  quedará  finalmente  a  vivir,  cambiando  atardeceres asiáticos por  el  reflejo  del  ocaso  en  los  cristales  de los  bloques  de  pisos.

Nuestro  autor emprende  un  viaje  personal, del  color  al  gris, que   le  marcará  toda  su  vida.

El  artista,  en  su  obra,  en  numerosas  ocasiones,  hace  balance  de   lo  vivido, lo  deseado  y  lo  errado.

Un  paradigma  puede ser  la  canción “Libertad”

Y van pasando los años
Y al fin la vida no puede ser
sólo un tiempo que hay que recorrer
a través del dolor y el placer;
quién nos compuso el engaño
de que existir es apostar a no perder.
Vivir es más que un derecho,
es el deber de no claudicar
el mandato de reflexionar
qué es nacer, qué es morir, qué es amar.
el hombre, por qué está hecho
y qué eres tú, libertad

En  los  primeros  seis  versos, Aute   se  cuestiona (te  cuestiona),  el  sentido  de  la  vida. Nuestro  devenir  por  el mundo  no  debe  ser  un  tránsito  irracional,  pasivo,  abandonado  a  la  inercia,  sino  que  debe ser  guiado  por  un  objetivo  reflexionado.

Seguidamente,  plantea  las  cuestiones  clásicas  de  la  Filosofía (¿Qué  es  vivir?),  y  nos  da  como  respuestas  el  razonamiento, la  reflexión,  y  el  sentirnos  LIBRES,  para  la  toma  de  decisiones.

La idea no es razonable,
tampoco el verbo fundamental;
¿es el alma principio o final,
o armonía del bien frente al mal?
qué es el amor insondable
que empuja al cuerpo a ser incógnita
inmortal.

A  continuación, nos  zarandea, nos  despeina,  realizando  preguntas incómodas  y  negando  lo  evidente. Si no  podemos  razonar  las  ideas, y  el  discurso  en  una  mala  versión  del  pensamiento, ¿es  posible  expresar  nuestros  valores, juicios y  sentimientos?

Personalmente,  como  médico de  cuidados  paliativos,  me  gusta  especialmente  los versos del amor    insondable,  porque  comienza  con la  idea  del  legado  que  dejaremos  cuando  ya  no  estemos  vivos.

El siglo está agonizando
y el testamento que va a dejar
es un orden que quiere ocultar
el preciso compás del azar;
a qué seguir respirando
si no estás tú, libertad,
Libertad, libertad, libertad

La  canción,  como  toda  obra,  es  hija  del  tiempo. Fue  compuesta  en  los  80,  y  muestra  su  carácter   reivindicativo  frente  a la  dictadura. En  una  primera  lectura,  parece  destilar  que  el  principio  vida  prevalece  sobre  el  de  autonomía, que  es  la  libertad.

Sin  embargo, ese  valor  vida  te  recluta  continuamente  a  una  lucha  para  encontrar  la  libertad.

Miguel García Linares, alumno de XII Edición Diploma Bioética

Me gusta el cine

Me gusta el cine. Menuda frase para comenzar un post. Pero es la verdad. Siempre me ha gustado. De hecho, creo que no hay nada que me guste más que el cine. Bueno tal vez el fútbol, aunque no sabría por cual decantarme.

La cuestión es que cuando vi la necesidad de escribir un post que relacionaba una de mis grandes pasiones con la parte más profesional de mí pensé que era una maravillosa oportunidad de hacer un repaso al cine a través de los ojos de la bioética.

Ciertamente desde hace tiempo ya me había calado ese mensaje bioeticista en muchas películas y una vez nos propusieron esta “tarea” me fui a por ello.

Y comencé a divagar. No quería caer en el topicazo bioético de Million Dollar Baby”. Me parecía tremendamente sencillo hablar sobre una película que es prácticamente perfecta y que analiza de una manera maestral un tema tan controvertido como la eutanasia.

Y no fue fácil. Tantas películas con mensajes relacionados con este diploma y tantas ganas de poder escribir sobre alguna de ellas. Me invadía el ansia por poder contar lo que sentía al ver algunas de mis películas favoritas y deleitar al público con una soberbia crítica. Pero no, no fue tan sencillo. Una vez comencé a analizar que película me podía servir para realizar este post empecé a encontrarme con dificultades. ¿Será realmente lo que están buscando? ¿Da con el perfil de este diploma?

Entonces amplié las miras. Como excusa para el post, volví a ver (no se si por novena o décima vez) “Mi pie izquierdo”, el fantástico debut de Jim Sheridan con un Daniel Day-Lewis que, con el papel de un enfermo con parálisis cerebral, ya dijo a Hollywood y al mundo entero que iba a hacer historia en esto del cine. Encontré mucho de ética en esta obra. Principalmente la enfermedad y los cuidados. El no darse por vencido por la adversidad. Y ya de paso la moralidad de una Irlanda en época convulsa.

Cuando la terminé, encontré como siempre una tremenda fascinación visual, pero no encontré lo que andaba buscando.

Al día siguiente, y aprovechando las recientes nominaciones a los Oscar, volví a ver “Otra ronda”, de los dos mejores daneses que hay en el mundo (Vinterberg como director y Mikkelsen como actor).

Recordaba el importante mensaje sobre la vida que me dio cuando la pude ver por primera vez hace un año. Y aunque la fascinación visual fue tan grata como viendo “Mi pie izquierdo”, encontré un poco de vacío para fundamentar este post.

Total, que dejé pasar el tiempo. Entre medias pasó “Spiderman” o la remasterización en cines de “El padrino Parte I”. Creo que no son buen ejemplo para escribir un post sobre bioética.

Y después de todo, me dio por mirar de nuevo y descubría que el post era sobre ética en el final de la vida. Me había entusiasmado tanto con el cine y la bioética que olvidé por completa el tema concreto sobre el que debía de versar este post.

¿Y ahora qué hago? Por primera vez en mucho tiempo no sabía que película “tenía” que ver. Así que decidí irme a lo “fácil”, al tópico, al típico…a “Million Dollar Baby”.

Mira que no quería, pero estaba bloqueado. Total, que me di una oportunidad. Que tenía que perder, si hablamos de una de mis pelis favoritas y de uno de mis directores favoritos (que Scorsese, Miyazaki y Tarantino me perdonen).

Fue entonces cuando volví a ver esta película. Con una mirada totalmente diferente a la del resto de veces que la había visto. Como me la sé de memoria, jugué a encontrar el detalla bioético en cada plano, en cada escena, en cada expresión. Y al terminarla, comprendí perfectamente porque se trata de una obra maestra. Encontré una sensibilidad en Clint Eastwood (en su faceta de director) que solo había visto en “Los puentes de Madison”. No es sencillo eh, hablamos de Harry el Sucio.

Y entonces si me sentí con potestad para hablar de cine y eutanasia.

Recordar para el que todavía no la haya visto (espero que pocos), que la película trata sobre la vida de una boxeadora que casi en la cima de su carrera deportiva, y ante una vida de constantes adversidades, recibe el golpe más duro. Luchando el por el título, y por una artimaña de su adversaria Maggie cae durante el combate fracturándose algunas vértebras cervicales y quedando paralítica. Toda su vida se ve truncada hasta tal punto de pedirle llegado el momento a su amigo, entrenador y casi diríamos figura paternal Frankie que le ayude a acabar con su vida.

A grandes rasgos este podría ser un mini resumen sin entrar en destripar la película.

Dicho esto, y una vez acabada la película saqué algunas conclusiones que me gustaría compartir. Por un lado, me parece fascinante como trata el tema de la eutanasia desde una esfera puramente de la esfera moral de Maggie y Frankie. No se trata en ningún momento durante la película si legalmente está bien o mal lo que quiero Maggie y le pide a Frankie. Tampoco se encarga de hacer ver la posición de los sanitarios que tratan a Maggie sobre este tema. Me gusta que trate así un tema tan controvertido e importante como la eutanasia. Al tratarlo desde la esfera más moral de la persona adquiere una intimidad y un sentimiento que es mucho más personal. Creo que es una de las grandes virtudes de la película. Que no habla del problema de la eutanasia en sí, sino del sufrimiento en vida y un medio para aliviar ese sufrimiento. Es interesante ver cómo cambian las posiciones e ideas de los protagonistas. Principalmente de Frankie. De como pasa de una posición contraria completamente a ayudar a Maggie a practicar una eutanasia porque en su escala de valores y creencias esto estaría cercano casi a un asesinato, a finalmente ayudarla y quedar en paz consigo mismo al saber que era lo que realmente Maggie quería.

Me gusta como trata la longitudinalidad de la enfermedad y la vida de Maggie. Para no caer en la frivolidad de mostrar simplemente a una paciente tetrapléjica que solicita eutanasia. Muestra su vida, su compleja y dura vida. Habla del fracaso, del esfuerzo para llegar a lo más alto y de la fidelidad de Frankie, que permanece a su lado en todo momento. Esto conforma en Maggie un carácter que le hace tomar esta decisión debido al menoscabo de su autonomía. No es una decisión tomada a la ligera. Ni fruto del capricho. Es consciente y cabal. Y por eso Frankie finalmente entiende que es la única opción posible. Fruto de esa fidelidad que le muestra como figura paterna. Finalmente, solo piensa en el bienestar de Maggie.

Trata este tema de una manera tan personal que fascina. Cuando Frankie comenta con el párroco la situación y este trata de disuadirlo. La frase “No está pidiéndole ayuda a Dios, me la pide a mí” cuando el párroco le aconseja que lo deje en manos de Dios, es una muestra de lo personal que es tomar una decisión de este calado.

Como tercero en discordia, y menudo tercero, aparece Eddie (un tal Morgan Freeman, un desconocido en esto del cine) que si bien no tiene un papel protagonista si ayuda a balancear a Frankie. Actúa a veces como conciencia, a veces como consejero. Pero siempre como amigo.

En general como conclusión tras ver de nuevo esta obra maestra es que me reafirmo en la esfera moral de la eutanasia. Las decisiones que se toman cuando hablamos de eutanasia son morales y son personales. Y por mucho que se legisle en torno a ello, al final la decisión queda en la esfera más personal e íntima de la persona y esto lo plasma la película de una manera a la vez bella y dura.

Ya era una de mis pelis favoritas. Ahora entiendo mucho mejor por qué es así. Y me reafirma en que el cine esconde grandes secretos. Se puede exprimir mucho una historia si sabemos con qué prisma mirar. Y el prisma de la bioética creo que me puede abrir mucho la mente de ahora en adelante. Espero no cegarme.

Ignacio Poyato Zafra

Alumno XII Edición Diploma Bioética