Ceguera moral

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Zygmunt Bauman es un sociólogo, ensayista y filósofo polaco, al filo de los 90 años, es uno de los intelectuales europeos vivos más relevantes, ganador del Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2010. De ascendencia judía, huyo con sus padres tras la invasión alemana en 1939. Desde 1970 es profesor emérito de sociología en la Universidad de Leeds (Reino Unido).

Sus obras que comenzaron en la década de los 50, tratan temas sobre las clases sociales, la modernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza. Pero sobre todo es conocido en el mundo por el término que acuñó de “Modernidad Liquida”: metáfora de liquidez que intenta dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos, en nuestra sociedad, individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil en sus relaciones.

Dentro de su compromiso por los temas “claves” del ser humano, en 1992 escribe “Mortalidad, inmortalidad y otras estrategias de la vida” (Sequitur. Madrid 2014), aquí el profesor cuenta como la Humanidad habría vivido la muerte de muy diferentes maneras. Durante la etapa premoderna la muerte estaba “domesticada”: se moría en compañía familiar, con la tribu, en masa con la peste, el cólera o cualquier enfermedad que llevara al pueblo entero al cementerio. Perder esta forma comunitaria de morir fue un duro trance para el hombre. En plena época de dominación del mundo, nada parecía resistirse al ser humano, excepto la muerte. Para ello la sociedad crea una estratagema, que Bauman llama “deconstrucción de la mortalidad”, y cuya esencia sería:…” ya que no podemos tragar el tremendo suceso de la muerte, troceémoslo” (un accidente de tráfico, un error médico, una enfermedad,..). No se muere por ser, sino por fumar, beber, conducir,… o por no haber sido cuidado. Hoy día todavía compartimos esta teoría, pero hemos subido un escalón más: “la deconstrucción de la inmortalidad”. Con esta idea explica como,para la sociedad actual, todo es inmediato, intercambiable, no hay historia sino presente…….la terrible idea del fin no se traga y en su lugar aparece la inmediatez, la fama, todo se cambia por otro, con la idea de una vida cambiante e indefinida…………..para que nada nos haga caer de bruces en la etapa final.

Desde aquí os animo a que leáis su nuevo trabajo, “Ceguera Moral, que junto a Leonidas Donskis, (filósofo) analiza la ceguera moral que define nuestras sociedades a partir del concepto de adiáfora: el acto de situar ciertos actos de los seres humanos fuera del universo de evaluaciones y obligaciones morales. En nuestra sociedad, marcada por la banalización de la cultura y un consumismo brutal, rara vez tenemos tiempo para detenernos en los temas verdaderamente importantes, y corremos el grave riesgo de perder nuestra sensibilidad ante los problemas de los demás. Hoy en día el mal se revela con más frecuencia en la cotidiana insensibilidad al sufrimiento de los demás, en la incapacidad o el rechazo a comprenderlos y en el eventual desplazamiento de la propia mirada ética.

Nosotros estamos dando los primeros pasos…..

Mª Jesús Huertos Ranchal

La ética y el instinto, a propósito de la película «Fuerza Mayor»

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Fuerza mayor, es una película sueca, que ha obtenido diversos premios europeos y que fue nominada a los oscar como mejor película extranjera este mismo año.

Sinopsis (spoiler):

Una familia pasa las vacaciones de invierno en los Alpes. El sol brilla y las pistas están magníficas, pero mientras comen en la terraza de un restaurante, se produce una avalancha que asusta a los clientes. La madre llama a su marido para que la ayude a salvar a sus hijos, pero él ha huido para salvar su vida. La avalancha se detiene delante del restaurante, sin ocasionar daños, pero el universo familiar ya se ha resquebrajado.

La película de discurrir lento plantea dos cuestiones: la primera difícilmente se nos planteara en la vida real: ¿qué hacer ante una amenaza de muerte como la descrita?, ¿salvar la propia vida o proteger la de tu familia?. El protagonista decide poner su vida a salvo, mientras que la madre protege a sus hijos. Esta decisión hará que la vida de la pareja y la familia se derrumbe y entre en una profunda crisis. A partir de ese momento, y una vez recobrada la calma, comienza realmente otra avalancha de reproches y la desolación moral en la que queda sumida la familia, además agravada cuando el padre niega que los hechos han ocurrido en la forma narrada, lo que nos lleva a una segunda reflexión, la de negar la propia realidad cuando ésta no nos gusta, o nuestros actos no encajan en el código moral que tenemos o creemos tener, finalmente la verdad resplandece, y es aceptada porque la escena se había grabado en el terminal móvil del protagonista.

En la escena descrita, colisionan dos valores ancestrales, el instinto de conservación y el instinto de protección a la familia, ya sabemos la decisión que toma el protagonista. La vida no es un valor supremo, y cuando hay que optar entre uno y otro, decidiendo en un instante entre ambos, sin tiempo para pensar, me pregunto cómo se toma una decisión tan trascendental en segundos, porque la reacción no es instintiva, como quitar la mano del fuego. En la película hay dos respuestas la del padre y la de la madre, ¿qué condiciona una u otra?. Sin duda, los valores y los principios morales y éticos que cada uno tenga, los que componen nuestra propia dignidad e integridad moral. En este caso la respuesta no se piensa se actúa, se hará sin pensarlo, pero toda nuestra existencia en VALORES apoyara una decisión u otra, y con ella tendremos que vivir el resto de nuestra vida, ¿cual sería nuestra respuesta si nos viéramos en la situación que nos plantea la película, si tuviéramos que decidirnos de forma “automática”, sin pensarlo?

No está de mas, recordar las palabras de Gandhi, cuando decía que la felicidad consiste en poner de acuerdo tus pensamientos, tus palabras y tus hechos, añadiría yo, por lo menos la mayor parte de las veces.

Jorge Morales, alumno Diploma Bioética