Enfrentarse a una enfermedad terminal y la atención al final de la vida hacen que los individuos entremos en un entramado de cuestiones, que los aspectos éticos aparezcan, que se hagan visibles y en definitiva que nos planteemos lo que de verdad es importante para nosotros. Este es el reflejo de la película: Cosas que importan.
A pesar de ser Cosas que importan un film melodramático y con un final predecible, la muerte, expone la vivencia de una ambiciosa periodista que pasa de vivir solo para su trabajo a ser cuidadora “forzosa” de su madre enferma. El hecho de verse obligada a convivir con sus padres le permite descubrir sentimientos, emociones, secretos y vivencias de estos. Parece curioso que una situación tan dramática como el final de la vida permita conocer aspectos de los seres más cercanos que no se hubieran conocido de otra forma.
Es una película profunda, dura y real como la vida misma. Refleja, por una parte, la delegación tradicional del cuidado al género femenino y la aceptación de este por la mujer como algo innato a ella, en palabras de la hija cuidadora: “es lo correcto” y por ello abandona su vivienda y su trabajo para trasladarse a la vivienda de los padres y vivir una época de “tensión enorme” como ella misma describe. Por otra parte aporta el punto de vista ante la muerte del paciente, de la familia, especialmente de la hija cuidadora, y de los amigos.
Es curioso observar como la prioridad de los principios éticos es distinta para las familias y las personas cuidadoras y para los profesionales. Para las primeras se anteponen los principios de máximos (autonomía y beneficiencia) a los de mínimos (no maleficiencia y justicia). El reflejo de esta realidad queda claro en la película a través de la no aceptación de la paciente ante sus limitaciones por el avance de la enfermedad para mantener su autonomía, y su petición reiterada para calmar su dolor y su padecimiento.
Esta inversión de prioridades en relación a las de los profesionales habría de ser más tenida en cuenta en la toma de decisiones clínicas en la práctica diaria. Personalmente considero que si se respetara de forma más rigurosa la Ley de autonomía del paciente (41/2002), aumentaría la calidad ética de las decisiones clínicas, tomadas en muchas ocasiones en situaciones de incertidumbre por falta de información sobre las preferencias del paciente, y permitiría, lógicamente tras personalizar en cada caso, tomar las decisiones más adecuadas.
En este contexto conviene recordar la vinculación de los principios éticos en relación a las decisiones tomadas por los profesionales en nuestra práctica diaria: el principio de beneficiencia y no maleficiencia en relación a las indicaciones médicas; el principio de autonomía teniendo en cuenta las preferencias del paciente, los principios de beneficiencia, no maleficencia y autonomía en relación a la calidad de vida del paciente y el principio de justicia en relación a los aspectos contextuales relacionados con la familia, la sociedad, la economía, la cultura, la religión, etc.
La paciente, interpretada de forma brillante por la actriz Meryl Streep, ante la evolución de su enfermedad sufre mucho, se revela y haciendo acopio de las fuerzas que aún le quedan, pronuncia frases como: “No quiero vivir así”, “Esto no es vida”, “Estoy triste”, “Ayúdame” o “Quiero hablar antes de morir”, ante esto último y en ausencia de otra alternativa, la paciente aún en conocimiento de sus actos se asegura de tener una última conversación con su hija.
Llama la atención durante la película la ausencia de profesionales sanitarios en la atención a la paciente y a su familia. La paciente se encuentra en su domicilio y es su hija quien asume su cuidado y el manejo de la medicación, (se intuye que ha sido formada para ello por el personal adecuado). Se refleja la sobrecarga de la cuidadora, la repercusión psicológica que le causa la situación, el cansancio, el agotamiento y la impotencia que le causan el sufrimiento de su madre al final de su vida, incluso se plantea darle una sobredosis de opioides para que deje de sufrir, pero finalmente no se atreve.
El momento previo a la muerte se caracteriza además por un entorno familiar quebrantado por la no superación de la situación por parte del padre y por un duelo anticipado de la hija, para nada se habla de voluntades vitales, ni de sedación. El apoyo externo es realizado por las propias amigas de la paciente que intentan arroparla, le adornan la casa, la ayudan para que esté cómoda y favorecen que todo sea lo más natural posible.
Finalmente la muerte llega en la casa, como en muchos casos en una cama articulada instalada en el salón. No hay despedidas y la causa, que será conocida por todos tras el entierro, es una sobredosis de opioides organizada por la propia paciente sin que la familia sea consciente de ello.
A partir de aquí yo planteo ¿había necesidad de tanto sufrimiento?, siguiendo los principios éticos más relevantes en medicina paliativa (principio de inviolabilidad de la vida humana, de proporcionabilidad terapéutica, del doble efecto, de veracidad y de no abandono), considero que la muerte se ha de humanizar y dignificar porque en la medida que se respete la dignidad de la persona que se encuentra en su fin de vida va a mejorar incluso su propio afrontamiento.
A través de esta película he querido reflejar las vivencias de los principales protagonistas en el fin de vida: el paciente y sus familiares, para que los profesionales nos veamos en su piel y comprendamos la fragilidad del individuo y de sus seres cercanos en el final de la vida así como la importancia y la urgencia de humanizar y dignificar el cuidado en el fin de la vida. Para ello un pilar fundamental es la comunicación con ellos, el encuentro interpersonal, incluso la relación de confianza y el mantenimiento de actitudes coherentes y adecuadas que permitan no solo identificar las preferencias del paciente, sino planear su fin de vida.
Como enfermera no he podido evitar ver la película desde una mirada enfermera e identificar, con la taxonomía propia de nuestro colectivo, cuáles son los problemas en este caso tanto en la paciente como en su hija cuidadora y en el ámbito familiar.
En la paciente: Dolor crónico, Deterioro de la movilidad física, Deterioro de la interacción social, Deterioro de la adaptación, Deterioro del patrón del sueño, Déficit de autocuidados, Trastorno de la imagen corporal y Desesperanza.
En la hija cuidadora: Aislamiento social, Cansancio del rol del cuidador, Ansiedad ante la muerte, Conocimientos deficientes del proceso de enfermedad, Conflicto de decisiones y Duelo anticipado.
En el ámbito familiar: Procesos familiares disfuncionales ante la situación de fin de vida no superada.
Son problemas que afectan todos los aspectos del individuo: bio-psico-sociales y su abordaje enfermero pasa por generar un plan de cuidados personalizado con el objetivo de favorecer: la adaptación al estado de salud, el descanso, el control de síntomas, el buen clima familiar, las relaciones vinculares y las despedidas.
Pero como es evidente, ante esta situación es indispensable la intervención de un equipo multidisciplinar que facilite al paciente y a sus allegados la mejor calidad de vida y la mejor calidad de muerte posible de acuerdo a sus preferencias, de ahí la importancia de promover las Voluntades Vitales Anticipadas. Además, y en la medida de lo posible, es fundamental evitar situaciones como el duelo anticipado y los conflictos intrafamiliares que se presentan como los efectos secundarios más frecuentes e indeseables entre los allegados al final de la vida de un ser cercano.
Berta Gorlat Sánchez.