Apuntes sobre el sufrimiento. A propósito de “El Erizo”

“He tomado una decisión. Al final de este curso, el día que cumpla 12 años, el próximo 16 de junio, dentro de 165 días, me suicidaré.

aCon estas palabras se inicia el recorrido por la vida de una familia de la burguesía francesa a través de la mirada de Paloma, una adolescente que ha decidido suicidarse. Este hecho, cuyo impacto emocional centra la mirada del espectador,  podría llevarnos a realizar consideraciones sobre la capacidad de la menor y su autonomía para tomar una decisión así. Sin embargo, no es esa la cuestión sobre la que quiero reflexionar.

“Que uno tenga el proyecto de morir, continúa la protagonista, no quiere decir que hasta entonces tenga que vegetar como una verdura podrida. Antes al contrario. Lo importante, no es morir ni a qué edad se muere, sino lo que uno esté haciendo en el momento de su muerte.

Esta idea, que se repite al final de la película, se aclara en el libro «La elegancia del erizo», donde la autora utiliza la metáfora del Everest, ese monte particular que cada uno se propone escalar, a la manera de los héroes de los cómics japoneses que mueren haciéndolo.

¿Qué quiero hacer de mi vida? ¿Qué sentido darle? ¿Qué cima escalar? ¡Viejas y  actuales preguntas! Universales. Humanas. Preguntas generadoras de proyectos que habitualmente se expresan en forma de fantasías, ilusiones y sueños, que no siempre sobreviven a la corriente de la vida.

Cuentan que en los momentos cercanos a la muerte se rememora la vida entera ¿se preguntará uno entonces que pasó con aquellos sueños? ¿Si se han realizado, o por el contrario quedaron en el olvido?

bComo muchos de vosotros, he vivido de cerca la muerte de personas queridas, y acaso por la facilidad que tenemos para identificar las posiciones extremas, dos de ellas me siguen conmoviendo especialmente por su radical diferencia.

La primera me dejó el sabor de una muerte apacible, vivida con la tranquilidad de haber concluido sus proyectos, de haber culminado un ciclo… y me trajo al recuerdo el relato que Borges hace sobre la muerte de su abuela inglesa, quien, alertada por la preocupación y el dolor de sus familiares, los reunió y les dijo: «Esto que sucede no tiene nada de interesante. Soy una mujer muy vieja que se está muriendo muy despacio, que nadie se alborote por una cosa tan común».

La segunda muerte fue una muerte agitada. El hecho de visualizar el final de su vida, confrontó a esa persona con sentimientos de fracaso, culpa, impotencia y rabia ante la perspectiva de irse sin haber realizado sus sueños, sin haber vivido la vida que hubiese querido vivir. La idea de morir, le producía un sufrimiento indecible y se aferró desesperadamente a la vida, acaso tratando de encontrar en el camino alguna respuesta.

Somos conscientes de que estas situaciones no se dan en abstracto, ni en solitario. Cada una de esas experiencias iban acompañadas de otras circunstancias que generalmente acompañan el tránsito hacia la muerte (dolor físico, miedo, soledad, deterioro, dependencia…) pero a pesar de haber tratado de paliar en ambos casos los dolores del cuerpo, no hubo ningún medicamento capaz de aminorar el sufrimiento y la agitación con que la segunda de esas personas murió.

Acaso, como nos cuenta Paloma en la película, “La vida y la muerte sean sólo la consecuencia de una buena o mala construcción, y lo que cuenta, es construir bien.

Y si la muerte es un acontecimiento del que no se vuelve, un acto que, como tal, no puede generar conocimiento, ni experiencia previa.  ¿Cómo hacer entonces para construirla bien?

II

Dicen que Sócrates, en el momento de su muerte, cuando ya se había cubierto el rostro al notar el efecto del veneno acercarse al corazón, lo destapo de nuevo y pronunció las que serían sus últimas palabras: “Critón, debemos un gallo a Esculapio, no te olvides de pagar esta deuda.c

Estas palabras han generado numerosos escritos tratando de averiguar el verdadero sentido con que Sócrates las pronunció. ¿Se trataba de un pago a Esculapio, dios de la salud, por concederle la muerte, que según él, es el mayor de todos los bienes? ¿O acaso el irónico mensaje a un dios que no logra triunfar sobre la muerte?

En aquellos tiempos se tenía la profunda creencia de que las deudas que no se pagaban en vida se tenían que pagar del otro lado, o al menos estar limpio de deudas te garantizaba un lugar más confortable. En cualquier caso, Sócrates nos muestra una última preocupación, la de  pagar una deuda, como quien quiere dejar sus asuntos resueltos antes de partir.

Recientes estudios muestran que “los pacientes terminales tienden a pensar más profundamente sobre su vida y su significado y sienten la necesidad de poner las cosas en orden[i]. No hacerlo, a menudo es causa de sufrimiento.

III

La muerte propia es una experiencia desconocida a la que conduce nacer y de la cual, no tenemos representación. Cada uno de nosotros morirá de un modo singular. En algunos casos, no sucederá repentinamente, sino que se tratará de un proceso más o menos largo, compuesto de múltiples acontecimientos, y aunque compartiéramos idéntica causa de muerte y similares condiciones clínicas y terapéuticas, cada cual lo vivirá a su manera.

dInfluirán en ello múltiples condicionantes físicos, educativos, sociales, culturales, subjetivosEl momento vital en que suceda; la enfermedad, el deterioro, los dolores y el miedo que ésta nos produzca; el modo en que vimos morir a nuestros seres queridos y la manera en que nos enseñaron a afrontarlo; los recursos de apoyo de que dispongamos; nuestras creencias y valores; la relación que mantengamos con la pérdida; el resultado de la evaluación que hayamos hecho de nuestra vida; el apego a las personas y las cosas… Algunos de esos factores se van forjando a lo largo de nuestras vidas, en cada encuentro con la muerte de un semejante y en cada una de nuestras experiencias de pérdida. «Morir es eso. De pronto, todo se detiene. No volverás a ver a quienes amas, no volverás a ver a quienes te aman. Si morir es eso, entonces si es la tragedia que dicen todos».[ii]  Y así vivida, como experiencia fundamental de pérdida, la muerte es indeseable y nada queremos saber de ella.

IV

“No querer saber” ayuda poco a la hora de prepararse para morir, a la hora de construir una buena muerte, de tomar decisiones respecto al modo, no sólo en el ámbito de la atención clínica en la que -gracias al proceso de planificación anticipada y el procedimiento de voluntad vital- hemos avanzado bastante, sino en cuanto al modo en que seremos capaces de afrontar la enfermedad, el envejecimiento, el deterioro, el dolor… De aprender a convivir con ellos. Si no lo conseguimos, al dolor, se añadirá el sufrimiento.

¿Donde habita el sufrimiento? ¿Hay algo que hacer desde la ética con el sufrimiento?

El problema del sufrimiento, como el del miedo, es que no se calman con mórficos. Y a pesar de que son emociones de las que “no se habla, o se habla poco, son síntomas que existen y padecen, en mayor o menor grado, todos los enfermos. Los tratados de medicina suelen ignorarlos”.[iii]

La dificultad de estudiar y tratar el sufrimiento subsiste en la confusión entre conceptos como sufrimiento y dolor, cuerpo y persona (…) La falta de comprensión de la naturaleza del sufrimiento, puede dar como resultado intervenciones médicas que, si bien son técnicamente adecuadas, no sólo son incapaces de aliviar el sufrimiento sino que se convierten en una fuente de sufrimiento en sí mismas. [iv]

Si como planteara Cassell ya en 1982 el alivio del sufrimiento y la curación de la enfermedad son las verdaderas obligaciones de la profesión sanitaria, entonces, avanzar en el camino de la muerte digna, ha de consistir no solo en el abordaje del dolor y las consecuencias adversas que a nivel del cuerpo acompañan a la enfermedad, sino que hemos de poner también nuestra atención en el sufrimiento de la persona, siempre subjetivo y plagado de emociones, favoreciendo procesos de búsqueda en los que al menos no se huya de las preguntas. Porque sabemos que quien muere sufriendo, no muere bien. 

Fabiola Ojeda Virto

[i] Astudillo, W, Mendinueta, C, Astudillo, E. El sufrimiento en los enfermos terminales.

[ii]  Muriel barbery. La elegancia del erizo

[iii] Albert Jovell. Miedo. El país. 19-septiembre 2006.

[iv] Antonio Casado Da Rocha.  ¿Tiene sentido el sufrimiento? Aspectos éticos.

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